El agua es un recurso insustituible en la industria alimentaria. No solo es un insumo fundamental en la preparación de alimentos y bebidas, sino también un elemento esencial en procesos auxiliares como limpieza, esterilización, transporte y enfriamiento. La pureza, disponibilidad y costo de este recurso condicionan la seguridad alimentaria, la productividad y la competitividad de las empresas del sector.
De acuerdo con la FAO, la industria alimentaria utiliza cerca del 70% del consumo mundial de agua dulce. En México, el uso industrial representó alrededor del 9% del agua concesionada en 2017, según la CONAGUA. Aunque este porcentaje parezca reducido en comparación con la agricultura, el impacto ambiental del agua residual industrial es mucho más elevado: su contaminación puede superar hasta tres veces la generada por la población urbana.
En un entorno global donde los consumidores demandan mayor seguridad, transparencia y sustentabilidad, las empresas del sector alimentario se enfrentan a una presión creciente para optimizar el manejo del agua. Cumplir con normativas locales, responder a certificaciones internacionales, implementar tecnologías avanzadas y reducir la huella hídrica ya no son opciones: son condiciones necesarias para competir.
El cumplimiento normativo en materia de agua es un factor clave para cualquier empresa alimentaria que busque operar en México o exportar a mercados internacionales.
Además, certificaciones internacionales refuerzan la competitividad:
Cada mexicano consume en promedio 359 litros diarios. La industria alimentaria depende en gran medida de este recurso para sostener procesos de producción.
Aunque el sector industrial solo utiliza el 4% del agua total, su contaminación es tres veces mayor que la urbana, debido a la alta carga de materia orgánica, grasas, sólidos y nutrientes.
Las plantas suelen ubicarse en zonas con disponibilidad limitada de agua, lo que genera competencia entre sectores y obliga a la optimización y reutilización.
La manera más eficaz de responder a la variabilidad de cargas y, al mismo tiempo, cumplir normativas y certificaciones de inocuidad, es implementar un tren integrado de membranas sanitarias en una sola línea de proceso. En la práctica, esto significa ultrafiltración sanitaria (UF) como primera barrera y ósmosis inversa o nanofiltración (OI/NF) en la misma plataforma tecnológica.
Veolia lo materializa con su plataforma PROflex, configurable para OI o NF, con variantes alineadas por región e integración de membranas sanitarias.
El agua es un factor estratégico para la industria alimentaria. Adoptar sistemas avanzados como la ósmosis inversa y la ultrafiltración permite asegurar inocuidad, reducir costos y proyectar una visión sustentable. Las empresas que invierten en estas tecnologías estarán mejor preparadas para los retos del mañana y podrán destacar en un mercado global.
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