La desalación de agua de mar no es un recurso nuevo. De hecho, existen plantas que se ocupan de convertir en potables las aguas de nuestros océanos desde hace bastantes años. Sin embargo, se trata de una tecnología que siempre ha estado asociada a un elevado consumo de recursos. Ahora, gracias a la implantación de nuevas tecnologías, empieza a verse como la solución para el problema que supone la escasez de este recurso. Desde Veolia Water Technologies queremos explicarle hacia dónde se dirige el sector.
A solucionar el problema que supone el elevado consumo de energía que requiere el proceso. Es lo mismo que sucede con el agua utilizada en la industria. Solo reduciendo este factor, será posible generar agua potable asequible y limpia en términos medioambientales para poder abastecer a la población mundial y satisfacer las necesidades de todos los sectores.
Vamos a poner algunos ejemplos. A lo largo de los últimos años, las innovaciones tecnológicas han ido orientadas en este sentido. El problema es que la mayoría de centrales especializadas en la desalación del agua del mar utilizan sistemas anticuados. Generalmente, estas se basan en membranas y en diversos procesos térmicos.
En teoría, 0,706 kWh/m3 es energía suficiente como para separar las sales del agua del mar con el objetivo de producir agua dulce. Sin embargo, si echamos un vistazo al proceso de ósmosis inversa utilizado en la actualidad, vemos que la demanda energética es de 3,5 kWh/m3. Siete veces más.
El ejemplo se vuelve aún más grave si nos enfocamos en las plantas que utilizan procesos térmicos para realizar este proceso de desalación. En ellas, el consumo oscila entre los 5,5 kWh/m3 en el proceso de destilación flash multietapa y los 40 kWh/m3 del proceso de destilación multiefecto.
¿Qué supone esto? Pues que la desalación de agua del mar prácticamente solo se está llevando a cabo en países y en regiones geográficas que tienen acceso a combustibles a bajo precio y que esta solución se está desechando en el resto.
Es el caso de Oriente Medio. Se trata de una región del mundo con un déficit de recursos hídricos muy importante. Sin embargo, tienen ingentes cantidades de petróleo. El resultado es el uso de este combustible tan contaminante para la desalación.
Hay muchas razones. En primer lugar, resulta innegable que la escasez de agua supone el desafío más importante y acuciante al que se enfrenta la humanidad. De hecho, sin ella, el desarrollo socioeconómico previsto será imposible de llevar a cabo.
Para que se haga una idea, la UNESCO estima que, aproximadamente, unos 2200 millones de personas viven en estos momentos sin acceso a agua limpia, segura y potable. Una cifra cercana al tercio de la población mundial total. Población que, por cierto, no deja de crecer y que podría alcanzar la cifra de 10.000 millones de personas en los próximos 10 años.
Pero las previsiones de la UNESCO son aún peores que los datos actuales. En concreto, considera que, debido al gasto descontrolado de agua y al cambio climático, una cuarta parte de la población mundial podría tener que vivir con problemas de abastecimiento durante, al menos, un mes al año en 2050. ¿El motivo? Las zonas áridas y semiáridas con escasez de recursos hídricos no paran de crecer.
Es aquí donde entra en juego la desalinización del agua del mar. Se estima que, aproximadamente, solo el 10 % del agua del planeta es dulce. Desarrollar e implementar esta tecnología de forma generalizada daría acceso al restante 90 %.
El tratamiento de los lodos y de los bioresiduos ha resultado fundamental para reducir la generación de elementos contaminantes en muchos sectores y para dar segundas oportunidades al agua. Sin embargo, no es suficiente para satisfacer la demanda industrial y de consumo humano.
Es por esto que la desalación también juega un papel clave. Y, para solucionar los problemas asociados al proceso que anteriormente comentamos, la biotecnología juega un papel clave. Su objetivo es conseguir agua potable a partir del agua del mar sin generar emisiones de CO2 y a un precio asequible para cualquier país.
El ejemplo más claro de esta tendencia es la biodesalinización. En ella se emplean microorganismos halófilos y cianobacterias con el propósito de separar las sales marinas de las partículas de H2O. El problema es que, actualmente, se encuentra en una fase muy prematura de experimentación en laboratorio, por lo que es imposible pensar que se pueda aplicar en un futuro cercano.
En una etapa mucho más avanzada se encuentran las celdas de desalinización microbiana, que llevan siendo testadas desde 2009. Este sistema se basa en la hibridación de celdas microbianas dotadas de electromembranas. Es una alternativa válida también para las aguas con elevados porcentajes de materia orgánica como son, por ejemplo, las aguas residuales. La implantación de cualquiera de estos dos sistemas puede cambiar el paradigma actual en materia de desalación de agua.
En definitiva, la desalación de agua dejará de ser un recurso complementario para la obtención de agua potable que poder usar tanto para el consumo humano directo como para la industria. El cambio climático y la cada vez más creciente escasez de este recurso así lo evidencia. Sin embargo, sólo mediante la aplicación de sistemas sostenibles y respetuosos con el medio ambiente que, además, tengan un bajo consumo energético, será posible su implantación total. En Veolia Water Technologies estamos preparados para su implantación y para ofrecer soluciones personalizadas en este sentido.